Vector X – Luis Antonio Vidal @vidal_38
Corre por la planicie tabasqueña el murmullo de los políticamente correctos, según ellos siempre atinados en sus pronósticos, sobre la inevitable y arrolladora victoria de todos quienes se enfundaron en la camiseta de Morena con la venia de su propietario.
No hay poder humano, dicen, capaz de frenar al morenismo, único manto protector contra la corrupción y, cual sagrado cayado de Moisés, poderoso instrumento para sacar agua purificada de la rocosa y nauseabunda política mexicana. Es un triunfalismo basado en el descontento social.
Cuando en vísperas de su cuarto informe le pregunté al gobernador Arturo Núñez si la corriente antisistema de votar contra los partidos en el gobierno podría ser la antesala de otra alternancia en Tabasco en el 2018, respondió que en ocasiones se dice que todo depende de cómo lo hizo el gobierno en funciones; «si es valorado que lo hizo muy bien, entonces va a continuar gobernado; si es valorado que lo hizo mal, entonces habrá alternancia».
«Pero – explicó- hemos visto ejemplos exactamente de lo contrario, con gobernadores bien calificados y resulta que la gente vota por la alternancia, y otros muy mal calificados pero la gente vota por la permanencia. Siempre que interviene la voluntad humana las cosas pueden cambiar radicalmente».
A estas alturas de las precampañas, quienes auguran la derrota de José Antonio Meade en las elecciones toman como parámetro principal la evaluación al gobierno de Enrique Peña, reprobado en los sondeos.
¿En verdad está muerto Meade? No para los priístas y otros escépticos, confiados en el poder del sistema y la capacidad de operación electoral del grupo mexiquense.
En Tabasco, las condiciones de inseguridad, recesión económica y decepción social del primer gobierno surgido de la oposición cimientan el pronóstico a favor de Morena.
El triunfo de AMLO quizá sea indiscutible aquí; pero dar por muerto al PRD es un exceso de confianza. La regla antisistema es variable, esa es la verdad, aunque se enojen los pejistas.