Vector X – Luis Antonio Vidal @vidal_38
Antes de las elecciones del pasado domingo, los partidos opositores a Morena hacían pronósticos de sus posibles victorias en Tabasco.
En el caso de PRD y PRI, las encuestadoras les anticipaban algunos triunfos en municipios como Tacotalpa, Emiliano Zapata, Nacajuca, Cárdenas, Cunduacán, Centro y otros más.
No obstante, siempre había una aclaración por parte de los profesionales de la demoscopia: es impredecible la fuerza del efecto López Obrador, considerado a nivel nacional como la única alternativa de cambio real en México a partir de las decepciones presidenciales de panistas y priistas.
La advertencia se cumplió. Barrieron los candidatos de Morena con todo, a excepción de las alcaldías de Jonuta y Emiliano Zapata.
Ni en su mejor escenario, los líderes de ese partido esperaban números tan contundentes. Pensaban ganar alrededor de 12 presidencias municipales, 14 o 15 diputaciones locales de mayoría y por supuesto la gubernatura.
Pero la mancha voraz favoreció a Morena como beneficiaba al PRI en sus mejores tiempos.
¿Por qué?
Recordemos sólo una anécdota ocurrida en los años 90’s, cuando en Tabasco el PRI postuló como candidato a diputado federal al líder sindical del magisterio José de la Cruz Martínez López. Era un perfecto desconocido para la clase priista, pero la fuerza del partido lo impuso y en campaña se le coreaba con singular sarcasmo: “Cucho, Cucho, no te conocemos pero ya te queremos mucho”.
De igual forma ahora, gran parte de los electores ejerció el voto parejo por Morena sin conocer a la mayoría de los candidatos.
Esa especie de voto corporativo ciudadanizo pintó de color vino las elecciones del pasado domingo. Se votó por la marca, no por el candidato que a final de cuentas es quien gobierna o legisla.
Claro ejemplo es el de Armando Beltrán en Cárdenas, candidato perdedor varias veces a la presidencia municipal por el PRI y ahora flamante triunfador bajo las siglas del partido de AMLO.
¿Qué diferencia existe entre ese Armando priísta y el Armando morenista? Sólo el cambio de colores y la sombra de don Andrés.
Las mayorías también se equivocan. En el desenfreno de la ira popular a veces prefieren a Barrabás.