Vector X – Luis Antonio Vidal @vidal_38
A la hora de votar al ciudadano le importa, y mucho, el nombre del candidato y se ve influenciado por efectos y defectos políticos.
El voto no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Una ligera revisión a las últimas dos elecciones para gobernador en 2006 y 2012 advierte que el endoso de la popularidad es tan variable como incierto.
En 2006, AMLO obtuvo en Tabasco 507 mil 576 votos como candidato presidencial de PRD-PT-Convergencia. Roberto Madrazo, por el PRI-Verde, alcanzó 340 mil 357. Una masacre. Eso ocurrió en julio. Tres meses después, en los comicios locales, la historia cambió.
Pese a que AMLO hizo gira en Tabasco casi todos los días, Raúl Ojeda, candidato del PRD-PT, perdió la elección con 366 mil 669 votos, 81 mil menos que el priísta Andrés Granier. Anote este dato: en la elección federal el PRD había ganado al PRI con una diferencia de casi 170 mil sufragios, y Ojeda logró en octubre 151 mil votos menos de los obtenidos por AMLO en julio de ese año. Es decir, un bajón del 30 por ciento. La popularidad y arrastre de López no se trasladaron al jonuteco.
Caso contrario sucedió en el PRI, donde Granier, altamente competitivo para las elecciones, pero un desastre como administrador del erario, cosechó 436 mil 836 votos, 96 mil más que Madrazo en la elección federal, es decir, un incremento del 28 por ciento.
Al químico se le veía como un candidato rebelde, antisistema y populachero. No hubo efecto ni endoso del Peje, como ocurrió con diputados federales y senadores en julio. Las cifras indicaban un comportamiento sumamente variable de los electores.
¿Qué lección política dejaron las estadísticas del año 2012, cuando por primera vez se homologaron los comicios federales y locales? Se lo cuento el jueves.
La Morralla
Ni los diputados federales ni los senadores meten las manos por la UJAT. Dejan a su suerte a Piña *** Sirviendo como tapete del régimen, el veracruzano Diego Ánimas saca raja al sindicato de maestros conocido como SITEM. Disfruta el maiceo.