Vector X – Luis Antonio Vidal @vidal_38
Con frecuencia se recuerda en esta columna una de las frases mejor logradas por Manlio Fabio Beltrones sobre la fragilidad de la lealtad humana en política: “Nunca falta un Pedro que te niegue y un Judas que te traicione”.
En estos días de ferviente reverencia religiosa concordantes con las fechas de intensa ebullición electoral, la infamia cometida por Judas se ha convertido en referente, guía, y hasta ejemplo para muchos dedicados a la política.
El buen libro instruye “no te abandone la fidelidad y la lealtad, amárratelas alrededor de tu cuello, grábalas en la tablilla de tu corazón, de ese modo conseguirás buena voluntad”.
Pero esa enseñanza no se practica en política, menos ahora cuando la moda de la deserción vive su mejor momento, venerando con emoción la deslealtad.
Así juegan muchos aspirantes a cargos de elección popular interesados en roer otro jugoso hueso, de esos adornados con los vastos y generosos privilegios del presupuesto público. Quien no logra ser candidato en su partido suelta la bandera y se entrega en los brazos del opositor, del color que a usted le guste. Y en vez de recibir la reprimenda pública, muchos ciudadanos aplauden la traición, vitorean la deserción, elogian la mezquindad.
Es entonces cuando personificar a Judas se convierte en acto heroico porque, absurda cosa, se califica como valerosa la decisión de pasarse de un partido a otro, de enfundar hoy la camiseta de un color y al día siguiente de otro, de ondear con indecencia la bandera de la ingratitud.
¿Cuántos Judas aparecen cada día haciendo de la democracia su discurso cuando en verdad únicamente buscan revancha? Sus corazones no se nutren de convicciones, no palpitan fidelidad, sólo conocen de intereses y rencores.
Hasta mañana, quiera Dios.