Vector X – Luis Antonio Vidal @vidal_38
El tono discursivo de Jesús Alí es el inconfundible timbre de la desesperación, el agudo chillido de quien, después de ver las estrellas en el pináculo, transpira amargura.
A Chucho el PRI le dio todo. Lo hizo diputado federal, diputado local, presidente municipal y candidato a Gobernador de Tabasco. Todo en 12 años. Cuando perdió la Gubernatura en 2012, intentó convertirse en líder moral del priísmo tabasqueño, y organizó una gira por los municipios, pero el Comité Nacional del PRI lo frenó.
Por recomendación de Benito Neme, el Presidente Enrique Peña le aventó un hueso de tercera en la Secretaría de Desarrollo Social con Rosario Robles quien, por cierto, nunca lo recibió, y sólo acordaba con Ramón Sosamontes.
Pese a ello, Robles le permitió poner a José Rubén Fernández como delegado de Sedesol en Tabasco para colocar ahí varios de sus operadores. En su ruta de recuperar poder metió las manos en la renovación del PRI estatal en 2013. Benito, su amigo, impulsó a Guillermo Narváez, pero Chucho le dio la espalda para sacarse de la chistera a Erubiel Alonso, un diputado local de poca monta.
Narváez se bajó del proceso y a Evaristo Hernández le pasaron encima. Chucho ganó con Erubiel quien una vez sentado en la silla le mordió la mano. El karma, maestro, el karma.
En 2016, Alí renunció al PRI porque lo bajaron de la candidatura a diputado federal por el sexto distrito, posición entregada a Pilar Córdova por cuota del sindicato petrolero. El PRI le dio todo y le pagó con la moneda de la ingratitud. Hace varios meses reapareció en Villahermosa como panadero, y ahora abandera su aspiración de candidato independiente para Gobernador.
¿Por qué el tono agresivo y descontrolado de Alí viéndose abajo en la recopilación de firmas para su candidatura? Porque es el ridículo público y uno de sus últimos boletos para subirse al tren del poder añorado.
Lo espera, dicen, el Partido Verde para hacerlo candidato. Volverá a perder. Triste historia.